Hasta marzo del 2025, tapices de Olga de Amaral, nunca antes vistos en Europa juntos, generan un espacio cuidadosamente creado. Es la retrospectiva de una de las artistas colombianas que han marcado el arte de su tiempo, tanto conceptualmente, como por la técnica y los elementos que usa.
La Fundación Cartier para el Arte Contemporáneo presenta la primera gran retrospectiva en Europa de Olga de Amaral (Bogotá, 1932), a quién califica como “figura clave de la escena artística colombiana y del arte textil”.
Son cerca de ochenta obras realizadas entre los años 1960 y la actualidad, muchas de las cuales nunca antes se habían mostrado fuera de Colombia. Curada por Comisaria: Marie Perennès, la exposición revela sus primeras exploraciones y experimentaciones con el textil, así como sus obras monumentales.
Según la organización, “con esta exposición, la Fundación Cartier pone de relieve la audacia del arte textil, durante mucho tiempo marginado debido a la percepción de que se trataba de un arte decorativo practicado esencialmente por mujeres.
“La ambiciosa producción de Amaral, firmemente vinculada a la dinámica del arte abstracto posterior a la Segunda Guerra Mundial, se desvía del marco convencional del tapiz tradicional. La retrospectiva destaca en particular su contribución vital a la vanguardia artística de los años 60, 70 y 80”.
La exposición fue diseñada por la arquitecta francolibanesa Linga Ghotmeh cuyo concepto explica la organización: “En la planta baja del edificio de Jean Nouvel, rodeado por el jardín de Lothar Baumgarten, creó un paisaje de piedras de pizarra que conecta el interior, el exterior y las obras, como si estuvieran situadas en un paisaje rocoso y accidentado.
“En el nivel inferior, la arquitecta reutiliza el motivo espiral que se encuentra en algunas de las obras de Amaral, para guiar a los visitantes a través de un espacio envolvente en el que emergen gradualmente las exploraciones de la artista.
“Jugando con el contraste, la escala y la posición de las obras, rozando el suelo o colgando del techo, Ghotmeh cuenta la historia de la obra de la artista a través de su propio tejido del espacio de la Fundación Cartier. Adopta un enfoque que ella misma define como ‘arqueología del futuro’ y se inspira en la memoria del lugar y de las obras para sumergir a los visitantes en un momento atemporal, rico en emociones y sensaciones”.
Obras de Olga de Amaral hacen parte de colecciones públicas y privadas de todo el mundo, incluidas las de la Tate Modern, el MoMA, el Musée d'Art Moderne de la ville de Paris y el Art Institute of Chicago. En 2021, el Museo de Bellas Artes de Houstonle dedicó una gran exposición titulada To Weave a Rock.
Un recorrido desde el alma por la exposición de Olga de Amaral
Ángela Huertas
Para ARTERIA
Nota del editor: la autora de este artículo es sobrina de Olga de Amaral. Ha compartido con ella parte de su vida y conoce parte de la creación de su obra de primera mano. Ella quiso compartir su impresión sobre esta retrospectiva en la Fundación Cartier.
Tuve el placer y el privilegio de asistir a la exposición de tía Olga de Amaral en. Le agradecí muchísimo la invitación para dos que me hizo llegar Diego Amaral a través de la Fundación Cartier, organizadora del evento, y que recibí en mi correo en Londres, donde vivo con mi marido hace 25 años. Sin pensarlo dos veces, reservamos nuestros tiquetes en el Eurostar y nos dirigimos a la ‘Ciudad Luz’ en compañía de un cuñado y su novia, que estaban de visita y también invitados.
Yo no soy crítica de arte, soy médica, y mi relación con el arte es a través de mis sentidos y de la fascinante relación personal o emocional que el arte me produce. Por esto, escribir sobre lo que me pareció esta exposición es algo que me sale del alma, inexperta, pero muy sensible.
Quisiera decirle a tía Olga que estar de pie al frente del tapiz de la Fundación Santa Fe me movió el espíritu y trajo a mi memoria épocas de juventud cuando trabajaba en ese centro médico, ¡hace como mil años! La belleza inspiradora, los colores otoñales, la magnificencia y magnitud de semejante obra, que adornaba el área de la escalera, la fuente y la cafetería donde yo, solitaria, me sentaba a tomar un café a las dos de la mañana.
Era una obra que me decía: esta belleza la hizo su tía, y me producía un gran orgullo. El mismo que sentí en Paris, en la Sala de Cristal, rodeada de Otoño, donde nuevamente estaba ese, mi tapiz, el de los médicos, el de la Fundación.
Y alrededor, los tapices de colores naranjas, amarillos, ocres, cremas; de miles de texturas y tamaños, y memorias de otras épocas. La admiración profunda de sentir a tía Olga en cada obra, en sus recuerdos, muchos compartidos con mamá y sus otras hermanas, y con su adorable esposo, Jim, y sus hijos. Fue volver a Colombia, a sus campos y su tierra. Y fue ver a tía en cada rincón y en cada esquina, sentir su aliento y su trabajo.
Pasando al siguiente espacio que increíblemente, las obras hechas de delicados hijos suspendidos en el espacio fueron cambiando en la medida en que la luz exterior se fue apagando y la interior incrementando. Ocurrió una extraordinaria transformación de hilos en figuras geométricas y en colores vivos, en bloques de diferentes formas y tamaños. La transparencia que, en realidad, no era transparente.
Ahí veía yo a tía Olga observando, dejando, como dice ella, que la creatividad y la genialidad se tomen su mente y sus manos, y produzcan a través de ella esas maravillosas obras visualmente espectaculares. Y bajamos al piso donde esta toda la obra brillante y ahí está su obra en una maravilla de texturas sinusoidales en oro, plata, y colores intercalados brillantes y opacos; matizados perfectamente para hacer de cada tapiz una obra única y magnifica, digna de ser expuesta en castillos de reyes y sultanes.
La curaduría –excepcional, contaron–, texturizó la pared superoscura para realzar el brillo y los colores y texturas de cada tapiz. El resultado fue, simplemente, exquisito y encantador. Era como mágico y sublime a la vez. Un salón final nos dejó a todos sin palabras, donde tapices planos de hojas doradas, que parecen cortezas de árboles enormes, largas como los dólmenes de los indígenas, cuelgan del techo en un espacio que lo absorbe a uno y le entrega una tremenda energía que lo deja sin habla.
Lo que yo sentí fue una admiración total, total, total. Me generó una paz infinita como si estuviera meditando, y una felicidad que no pude explicar. Y ahí estaba usted tía, acompañándome en su trayectoria por sus 92 años de obras únicas, de universo sin paralelo, de olor a tierra colombiana, de la casa de los abuelos y de los tíos y tías. Gracias por tanto tía.