Febrero 19 de 2019
Sin Antonio Caro queda un mundo menos lúcido
Más allá de su talento y genialidad, lo que me sorprendía de Antonio Caro era el alto concepto que tenía de la amistad, su constante amabilidad y su capacidad afectiva.
Quizá estos aspectos sólo fueran visibles para aquellos a los que les concedía el genuino trato de amigos. Puedo decir, con emoción, que me tocó algo de esta suerte.
Lo conocí en 2015, en Buenos Aires, mientras me encontraba organizando el Encuentro Latinoamericano de Performance PARTICIPACIÓN, en Junín (Argentina). Lo invité a este encuentro, y aunque aceptó, me aclaró: “Pero mire que yo no hago performance”.
Después, ya en el evento, realizó una de sus más bellas acciones: Achiote. En un sector de la sala, donde previamente se habían dispuesto una mesa y dos sillas, Caro iba recibiendo a personas del público que quisieran mantener un encuentro cara a cara y recibir el “toque del artista”, en este caso, un trazo hecho sobre los rostros o cuellos utilizando el pigmento del achiote.
Después de esto, se entabló un vínculo que perduró como tantos otros, en la distancia y con escasos encuentros reales. Lo vi otra vez en Ecuador, también en 2015, en un festival de performance, donde él estaba dictando uno de sus talleres creativos.
De esta vez guardo el recuerdo de una charla tan cálida y amistosa como pocas me han tocado, y un dibujo original de una de sus clásicas matas de maíz.
La tercera y última vez que nos cruzamos fue, nuevamente, en Buenos Aires. Se hallaba dictando un taller en el Museo de Arte Moderno que acabó mal. Al parecer, señoras que participaban del taller y que poco entendían de arte se quejaron de algunos comentarios o apreciaciones de Caro. Caro tuvo alguna discusión con los responsables de su actividad en el museo que finalizó de forma destemplada.
Desocupado y dolido, nos informó, a mí y a mi mujer, que estaba libre para venir con nosotros a Junín, para pasar una semana en la residencia internacional que estábamos organizando.
Después, nos confesaría lo importante que fue el apoyo que le brindamos en aquella oportunidad. Esto fue en 2018. De esta nueva visita de Antonio nos quedaron numerosas fotos y animadas charlas.
También, una nueva performance: una acción realizada en una casa en ruinas en la que Antonio va recogiendo en una bolsa de arpillera todos los desechos regados en el bosquecillo aledaño a la construcción. La imagen de Caro, registrada también en un video, juntando las basuras con gesto concentrado, conmueve.
Por la fuerza de su poética oblicua, una poética de lo humilde y lo periférico que no ignora que para hacer arte se puede echar mano hasta de los desperdicios.
Queda una tristeza grande. La desaparición de un artista y un amigo como Antonio Caro nos sume en un mundo mucho menos lúcido.
Silvio De Gracia
Junín, Argentina, 30 de marzo de 2021.